Gómez Acuña, Carlos Alberto
Aquella noche de fresco verano, estaba presente un reluciente sol de medianoche, como un disco de oro colgado en un firmamento de ilusión, y encendiendo de vivos colores todo a su alrededor, iluminando los corazones con luces contradictorias de esperanza y nostalgia. Un paisaje propio de las regiones septentrionales más extremas del planeta, tal como lo era la ciudad de Reikiavik, en Islandia.
El horizonte lejano se ilumina con una sorprendente paleta con destellos de colores de diferentes tonos de amarillos, ocres, terrosos y pajizos, mientras en el cenit, la penumbra de un oscuro azul profundo contrastaba misteriosamente, como si la noche tratara de insistir en cubrir el cielo de sombras, sin lograrlo, ante la presencia perturbadora e imponente de ese sol nocturnal.
En ese instante él pensaba: Cómo le hacía falta su presencia, pero ya era imposible, ya ni siquiera lágrimas para llorar, ya estaba seco, con esa aflicción desgarra dora que lo había acompañado hasta el fondo del abismo.