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ArtículosLa Alhambra en los viajeros iberoamericanos: lectura textual y valoraciones estéticasRafael López Guzmán, Yolanda Guasch Marí y Elena Montejo PalaciosRevisitando el arte conceptual y experimental en Colombia (1968-1982): publicaciones y exposicionesSantiago RuedaMovilidad cultural, exilio y el desafío para la musicologíaNils GroschAspectos socioculturais da chegada do rock and roll no Recife dos anos cinquentaFabiana de Oliveira Lima y Ebis Dias Santos FilhoEnsayo - ReseñaDesde Cuba: teatro musical, musicología y discosEgberto BermúdezReseñaMaría Izquierdo y Frida Kahlo, Challenging Visions In Modern Mexican Art Marta FajardoFOTOGRAFÍA 22MÚSICA 3886ARTE 65910 0
Aunque el muy viajado Frederick Marryat (1792-1848) escribía en 1840 un acertado y conciso ensayo titulado Cómo escribir un libro de viajes sin moverte de tu cómodo apar-tamento, actividad practicada por más de uno de los reputados escritores del siglo XIX; lo cierto es que en este texto vamos a acercarnos a la visión que de la Alhambra y de la cultura de Al-Andalus mantienen viajeros provenientes de Iberoamérica, tema menos tratado por la historiografía y con connotaciones diferenciadas con respecto a los anglosajones y cen-troeuropeos, ya que los provenientes del nuevo mundo habían compartido historia común con España y jamás habían tenido contacto alguno con los espacios orientalistas. Los seis viajeros que vamos a tratar proceden de distintas geografías americanas (Chile, Colombia y Perú) y sus intereses son variados en cuanto al planteamiento del viaje. Unos vienen por ocio, otros son convocados a actividades culturales como congresos o forman parte de delegaciones diplomáticas, pero al conjunto les une el deseo de conocer el sur de España. La media de edad oscila entre los 20 y 35 años, a excepción de Ricardo Palma y Soledad Acosta, que llegan en representación de sus respectivos países, Perú y Colombia, al congreso de americanistas organizado para la conmemoración del IV centenario del des-cubrimiento de América. Ambos tenían 59 años y eran reconocidos intelectuales, incluso a nivel internacional. Ahora bien, el hecho de haber plasmado sus vivencias en una publicación es lo que los eleva a la condición de excepcionales visitantes que participan su experiencia con los posi-bles lectores en general y que, a la vez, se distancian del turista vulgar, precisando su mirada culta frente a los demás. Concretamente, el chileno Alberto del Solar (1860-1920) cuando llega a Córdoba señala: